El pájaro de sal
Desde el día que nació su madre supo que sería distinto. Era un pequeño polluelo, el más pequeño de sus hermanos, pero no fue hasta días después, que salió a la luz lo que lo marcaría como distinto. Asombrado el polluelo miraba a sus hermanos, a quienes empezaban a crecerles hermosas plumas en sus alas, mientras que él tenía unos desconocidos cristales, y su madre lo miraba con igual asombro, por lo que decidió cuidarlo con atención.
Pasaron unas semanas y el que antes era sólo un polluelo había crecido, y ahora era un hermoso pájaro, que destacaba por lo que los otros pájaros llamaban "sus raras plumas". Llegó el momento de aprender a volar y uno a uno los hermanos fueron atreviéndose a saltar por los aires, iniciando sus primeros vuelos, pero ahí estaba al último, el pequeño y distinto, quien imitó a sus hermanos, pero en vez de volar, cayó duramente, lastimándose una de sus alas, sin entender qué había salido mal y lamentándose el hecho de ser distinto.
El más anciano de los pájaros escuchó aquella historia y fue a conocer a este extraño pájaro, deseando que no fuese lo que él pensaba, pero al verlo, no dudó, este ser no tenía plumas como los demás, era distinto, muy distinto; su cuerpo era de sal. Al recibir la noticia, se puso muy triste, y es ahí cuando el anciano le advirtió sobre su destino; podría volar, pero muy poco, ya que cada ráfaga de viento iría arrancándole granos de sal de su cuerpo, haciéndolo cada vez más débil. Pero su otro enemigo, fatal si se lo encontraba, la lluvia, quien con cada una de sus gotas deshacería sin piedad su cuerpo. El anciano, luego de decirle esto, lo mira fijamente y antes de emprender su vuelo le dice que hay un enemigo aún peor, del cual nunca podría huir.
La familia muy apenada cuidó de ahí en adelante al que, todos bautizaron como "el pájaro de sal". Sus hermanos le traían comida y su madre cubría su cuerpo con grandes hojas cada vez que llovía, para proteger su cuerpo, y así fueron pasando los meses, hasta que llegó la primavera.
Era un hermosa mañana, el sol brillaba tan intensamente que iluminaba hasta el más mínimo rincón del valle, pero sin duda lo que más llamaba la atención era el cuerpo del pájaro de sal, que reflejaba el sol, haciéndolo lucir verdaderamente hermoso. Todos los pájaros se reunieron a contemplar aquella magnifica escena, y fue cuando ahí, el pájaro de sal, al verse en medio de todos penso: "de qué me sirve que todos me admiren sino puedo vivir como ellos, mi cuerpo es mi odiado destino, que me ha convertido en una estatua sin vida propia" y mientras pensaba esto, una lágrima brotó de sus ojos y empezó a rodar por su cara, mientras que otras lágrimas empezaron a caer. Fue entonces que entendió las palabras de aquel anciano, aunque resultó ser demasiado tarde, sus lágrimas estaban acabando con su cuerpo, resultando ser él su propio enemigo. No hubo nunca más un atardecer tan triste como el de ese día, ni tampoco pudieron olvidar a aquel hermoso ser, el pájaro de sal.