jueves, noviembre 23, 2006

Detalles Congelados

Detalles congelados


Una pequeña niña te mira con sus hermosos ojos de cristal, y estira su pequeño bracito tratando de tocar aquello que ve como suaves motas de algodón, creyendo que no es más que un juguete que alguien puso ahí, un juguete que parece un espejo que refleja sus pensamientos, tomando la forma de cada idea loca que pasa por su mente; oveja, elefante, auto, incluso un pequeño conejo. El tiempo corre, pero la niña no despega sus ojos del cielo, es como si aquella nube tuviese imanada su mirada.

-¿Por qué te vas nube? ¿Te cansaste de ser un conejo? Bueno, puedes ser un caballo y tener piernas firmes como las mías y así galopar libremente por el cielo. No te vayas ¿si? Mañana cuando salga el sol te volveré a ver y tal vez seas una mariposa! O un castillo con paredes de cristal...




Se hace tarde y la ansiosa joven no puede hacer más que mirar por la ventana, esperando que lleguen sus amigas, sintiendo un cálido viento rozándole sus mejillas.

-El cielo está muy nublado! grita una de sus amigas mientras la coje de la mano. ¡Vamos! No te quedarás como una tonta viendo el cielo, es hora de irnos.

Pero había algo en aquel cielo que llamaba su atención. Ya no veía aquella nube blanca como la nieve y esponjosa como la espuma del mar, sino una enorme nube gris, que se movía lentamente. Ya no parece tan cercana como antes, sino que más bien lejana, y tampoco parece tener forma! Sólo es una mancha en el cielo.

-Vamos! Toma este paragua, que el tiempo está horrible y ya empieza a llover. Escucha la joven mientras siente como una gota rueda por su cabeza.





Ir por los niños al colegio, terminar aquel documento pendiente que el jefe te pedirá mañana a primera hora, preparar la comida, hacer las compras, una agenda demasiado ocupada para detenerse aunque sea un momento a mirar el cielo.

-Mamá, que son las nubes?

-Nada hijo, sólo es agua de ríos y mares que se evapora para luego caer cuando llueve. ¿Terminaste? ¡Toma tu leche! Que es hora de irse al colegio.

-¿Qué es "evaporarse"? ¡Mamá! Mira, ¡es un corazón en el cielo! Y se está moviendo. ¿Tú crees que esté vivo?

-Listo, nos vamos al colegio. ¿Me hablabas? Ahh si... muy linda la nube, parece ... Danielito vamos, es sólo una nube y llegaremos tarde, así que súbete el auto que nos vamos.





El tiempo es algo que sobra ahora, los días son largos y lentos, y sin nada que hacer, son muchos los ancianos que juntos matan su tiempo, hablando de su infancia o de alguna fantasía que pasa por sus cabezas, mientras que ansiosos esperan el día de visitas.

-Danielito! ¿Que te trajo a ver a esta olvidada vieja? ¿esas flores son para mí? ¡Gracias! ¿qué es de los niños? ¿cuándo vienen mis nietos?

-Estaban ocupados con deberes de estudio, pero no te preocupes mamá, que vendrán la próxima semana a visitarte.

-Que bueno, ¿sabes? Tengo un nuevo amigo que quiero presentarles. Es un caballo blanco que todas las tardes me visita, y galopa atravesando de lado a lado el cielo.

-Mamá, la enfermera nos dijo que los medicamentos te harían ver cosas...

-¡Hijo! Yo no estoy loca. Por fin he podido ver aquello que por años no vi, cegada por el diario que hacer y las obligaciones, los que no me dejaban ver aquellas hermosas pequeñeces de la vida. ¡Mira! No me vas a decir que esa nube es sólo una mancha, es un delfín que salta entre las olas, acompañado de un colorido cardumen.

Daniel se queda pensativo por un rato, mirando ciegamente el cielo, al igual como años antes lo hacía una pequeña niña con ojos de cristal.

-Tienes razón mamá, pero más que un delfín, me parece un tiburón...

-¡Mira Danielito! El caballo por fin me trajo al castillo de cristal. ¿Por qué demoraste tanto?




El tiempo corrió sin descansar y la hora de visitas terminó. La pequeña niña por fin se reunió con sus sueños de infancia, y Daniel nunca olvidará lo que aprendió ese día. Se aleja viendo como su madre no despega la vista del cielo. Se sube al auto y antes de ir a casa se detiene un segundo mirando por la ventana, viendo aquella nube con forma de persona, sin darse cuenta que no era más que su propio ser reflejado en el cielo. Daniel ríe, pone en marcha el motor y emprende el camino de regreso a casa.

1 Comments:

At 9:24 p. m., Anonymous Anónimo said...

Genial !!!!. Me encantó, por algún momento me identifique con la abuelita.
Que rico que actualizaste. Saludos y feliz fin de semestre.

 

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